Nueva York 2005

Octubre 2005
Joaquín, Miriam y Rosi.

Sabado 15.
Dios mío, en el taxi que nos llevó desde el jfk hasta el hotel íbamos dando saltos de gozo!!!! Gritando como niños: Mira, el Empire!!! Y el Crysler!!!! Qué bonito!!!! Nuestro hotel estaba en la 17 casi haciendo esquina con la 3 Ave. Holte 17 (http://www.hotel17ny.com/). A mi me dio buena impresión desde el principio, decoración curiosa, limpio, con un ascensor de madera alucinante y laberínticos pasillos, la habitación tenía una gran chimenea de madera y papel pintado de rayas azules y doradas. Deshicimos las maletas, Rosi no estaba muy conforme por que decía que el hotel le daba un poco de yuyu, pero ya no podía hacer nada así que se consoló pensando en lo que veríamos por la tarde. Salimos con la cara acartonada de tanto sonreír y nos dirigimos a Union Square a coger el metro, había mercado de granjeros así que echamos un vistazo. Finalmente decidimos caminar, por que... ¡estábamos en Nueva york! Y está clarísimo que en Nueva York había que caminar. Subimos toda la calle Broadway alucinando a cada paso y disparando la cámara de fotos cual bandoleros del viejo oeste. Íbamos al Madison Square Garden a ver un partido de los New York Nicks... NBA en estado puro... bueno, primera y única cagada de las vacaciones: meses antes contacté con la página web del Madison Square y de ahí con la de los New York Nicks. Ví el calendario de eventos y me emocioné como una loca al ver que el 15 de octubre jugaban contra los New Jersey Nets, y justo era mi primera noche en New York!!! Me costó muuuuucho, por q la página de los Nicks es un lío y es en inglés, y con un cronometro que solo te da unos segundos y cada vez que das o miras un dato tienes que escribir una contraseña... vamos que es un lío. Pero conseguí entradas. Mi marido y yo locos de contento por que nos hacia una ilusión... además, claro está, se lo dijimos a todo el mundo: vamos a ver a los Nicks!!!! Y todos muertos de envidia. Llegamos al Madison, tres horas antes del partido, el estadio hasta la bandera, y nosotros en la cola de la taquilla con nuestros billetes electrónicos. Cuando nos toca le pasamos la hoja al taquillero con una sonrisa de oreja a oreja, y el tío nos mira con cara rara y nos dice (en inglés, claro): - Esto es Nueva York. Mi marido y yo nos miramos y decimos - ya, claro. El tío insiste ya de mal humor - esto es Nueva York, esto es el Madison. Y nosotros - que ya, pesao, que ya lo sabemos. Entonces el tío se desespera y comienza a señalar con el dedo el papel, todo nervioso - que esto es Nueva York y estos billetes son para Connecticut. Imaginaros mi cara. Imaginaros la de mi marido. Yo sollozando, aguantándome las lagrimas y el gritando como un loco, todo nervioso y desilusionado: - encima no llores!!!! Finalmente nos tranquilizamos, lo pensamos y después de ver que el madison estaba lleno de gente por que quienes jugaban eran los Rangers, decidimos que ¿para que amargarnos (más aun) nuestra primera noche en Nueva York? y sacamos entradas para los Rangers.
Intentamos cancelar los otros tikets a ver si recuperábamos el dinero, pero fue imposible, ni por teléfono ni por Internet. Así que nos resignamos a perder el dinero y a seguir con nuestra vida.Con toda la emoción contenida y tanto nervio, nos dimos cuenta de que no habíamos comido nada en todo el día, y que desde el desayuno en Washington llevábamos el estómago vacío. Así que cenamos en un Deli frente al Madison y luego, ya dentro del estadio, gritamos cual forofos de los Rangers como si los lleváramos siguiendo toda la vida.
Fue genial (menos mal que nuestros amigos son bastante caritativos y no se rieron demasiado cuando les contamos la experiencia). Nuestra primera noche en nueva york fue totalmente inolvidable y el partido fue todo un espectáculo.
Regresamos caminando al hotel, exhaustos de la emoción y agotados, caímos en la cama a dormir como bebés. El sueño duró poco. A las tres de la mañana, Joaquín, que tiene un oído más fino que nada, se levanta de la cama y comienza a decir que ha oído algo. Rosi y yo nos incorporamos en la cama y encendemos una luz. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Y de repente pega un grito y lanza una bolsa contra la pared. ¡Un ratón! ¡Un ratón se había metido en una de las bolsas y se estaba comiendo mis galletas! Cuando Joaquín cogió la bolsa, el ratón le saltó a la mano y se pegó un buen susto. Así que ahí nos veis, a las tres de la mañana, nuestra primera noche en NY, agotados, organizando la cacería del ratón, en pijama. Por supuesto al ratón, bastante más listo que nosotros, no le vimos el pelo más. Así que a dormir.
Domingo 16.
Una de las grandes ilusiones de este viaje para mi, era Central Park. Así que decidimos dedicar el domingo a recorrerlo ENTERO. Comenzamos por Columbus Circle y fuimos subiendo. Parecía increíble estar allí, y una vez que nos habituamos a esquivar corredores y ciclistas, la cosa fue viento en popa. Caminamos, hicimos fotos, caminamos, vimos un montón de paisajes bonitos, de árboles de mil colores, comimos unos perritos sentados en una gran explanada verde, mojándonos el culo mientras veíamos a la gente jugar al béisbol, caminamos.... y cuando estábamos hasta las narices de caminar, nos sentamos en un banquito un par de minutos, a ver comer a los patos, antes de volver a ponernos a caminar. Salimos del Central justo por la esquina contraria a la que habíamos entrado y bajamos por la 5 Av hasta el museo de la ciudad. Quedaba media hora para el cierre, así que un guardia de seguridad muy enrollado nos dejó pasar gratis (ante la negativa de la chica de la entrada que no se apeaba del burro). Vimos una recreación de los palacetes antiguos de NY, una colección de juguetes antiguos, una exposición de fotos que comparaba calles y edificios de los años 50 con los de ahora... no estuvo mal, pero mis pies habían comenzado a hablar y a suplicarme llorando que nos paráramos un poquito a descansar... lo malo es que a Joaquín no hay quien le pare, y veinte segundos después ya estábamos callejeando por el sur de Harlem. Aunque ya era de noche, nos pareció muy tranquilo y seguro, solo había hispanos paseando por las calles tranquilamente charlando en español. Luego nos dijeron que es que esa zona no es de las “calientes”, vamos, que no es zona problemática. De allí a Times Square en metro. Ahí si que alucinamos... fotos y más fotos... entramos en Sephora a maquillarnos, en Toys r Us, en Virgin Megastore, ¡ qué alucine! En Footlocker pillamos unas ofertas en plan cinco camisetas 15 $, dos forros polares 16$ ... cargamos. Cenamos una pizza gigante y al hotel en Metro, por que ya no sentía ni los pies, ni las piernas, ni parte del culo tampoco. A descansar por fin... pues no, por que se ve que el ratón se había aprendido el truqui de las galletas y allí se presentó de nuevo de madrugada, que solo le faltó darnos las buenas noches... otra vez de cacería, mover muebles, levantar cosas... yo solo quería dormir... al fin y al cabo, ¿a quien le molesta un ratoncito? A mi no, pero a Joaquín sí.
Lunes 17.
Cambiamos de habitación, aunque esta era más pequeña, pero no estaba mal. Desayunamos en la esquina del hotel, en el Gramercy café( 184 3Av esq 17 st) (http://www.yelp.com/biz/gramercy-cafe-new-york), y nos zampamos el desayuno más grande de todo el viaje, huevos, bacon, salchichas... el sitio es genial, te sientas en una terraza acristalada y ves la calle, no hay turistas, solo gente del barrio. Desde Union Square recorrimos paseando Greenwich Village, Nolita, Chinatown... comimos en un chino de Mott St, el Big Wing Wong (102 Mott St. Cerca Canal St) (http://www.yelp.com/biz/big-wing-wong-new-york), comimos genial en un sitio donde éramos los únicos guiris, justo después de hacer cargamento de rolex y Louise Bouiton para todos...y darnos algún caprichito. Fue curioso lo de las compras de falsificaciones, estábamos parados junto a un semáforo a punto de cruzar la calle cuando una china súper bajita se nos acerca y nos susurra al oido: rolex, wachis, buton… sin estar muy seguros de que la estábamos entendiendo bien decidimos seguirla hasta un portal, donde nos hizo entrar y nos guió por una serie de pasadizos y pisos clandestinos, bastante extraño, un par de veces estuvimos a punto de darnos la vuelta, pero finalmente nos condujo hasta un piso donde había un almacén de bolsos y relojes de todas las marcas imaginables. Además regatearon y pudimos bajar mucho los precios, con lo que nos fuimos cargados.
Regresamos al hotel a descargar bolsas y fuimos hasta el Empire. Mucha cola, mucho control, más cola... justo estaba anocheciendo y, aunque hacía un frío que te mueres, nos quedamos una hora y media dándole vueltas a la vista. Hasta que se nos congelaron los dedos y no éramos capaces ni de apretar el botón de la cámara. Menos mal que se nos había ocurrido llevarnos los forros polares que habíamos comprado el día anterior en Times Square. Dimos una vuelta a la tienda de regalos, pero nos pareció carísimo. Bajamos del Empire dudando si nos deberíamos haber quedado un poco más, total, ¿cuándo nos vamos a ver en otra? Volvimos a Times Square, es que nunca te cansas de verla, cenamos en un deli y regresamos al hotel. Por fin una noche dormimos del tirón.
Martes 18.
Cogimos el metro hasta Batery Park. Desayunamos en un Starboucks rodeados de ejecutivos encorbatados, y sacamos los tickets del ferry en el castle clinton. Hacía un día soleado y muy bonito, así que el trayecto en ferry fue genial. Rodeamos la estatua y disfrutamos del skyline de Manhattan, pero no subimos al pedestal por que teníamos muchas ganas de ver Ellis island. El museo nos pareció muy curioso y bastante interesante. De vuelta en el Financial District comimos en un deli frente al toro, el Hjk Plaza Deli (11 Broadway, junto a Berckshire Bank), bueno y barato, y cogimos fuerzas para la caminata que nos esperaba. Recorrimos la zona, Frances Tavern, los edificios más antiguos, Wall Street... coincidimos con la salida del trabajo y vimos a todos los trajeados de cervecitas en las terrazas de las calles colindantes, aprovechando los últimos rayos de sol. Vimos la zona cero, y yo no me pude contener unas lagrimitas recordando aquel día, cuando a la hora de la comida mirábamos incrédulos la televisión, preguntándonos cómo podía estar pasando algo así. Volvimos al hotel a descansar un ratito y Rosi dijo que nos dejaba la noche romántica para Joaquín y para mi, que ella se quedaba en el hotel. Así que nos fuimos los dos a dar una vuelta por el soho, a cenar en un local atestado de personas muy peculiares, y con una hilera de limusinas aparcadas en la puerta. Velitas, vino y pollo con ensalada en el Cuberoom. En fin, que después de dejarle un riñón donado a la camarera, volvimos a Gramercy a tomarnos una copa en un sitio que tenía música en vivo, muy cerquita del hotel, en la 3 Av casi esquina con la 17St. Cada noche, al volver al hotel, mientras caminábamos por Gramercy, nos dábamos cuenta de que nos encantaba el barrio. Veías a la gente regresar a casa después de la jornada laboral, y pensabas, este barrio es como estar en casa. Aquella noche, sobre todo sabiendo que era nuestra última noche en aquella zona, paseamos por el barrio disfrutando de la tranquilidad de sus calles.
Miércoles 19.
Después de desayunar en el Gramercy Café, hicimos la excursión Contrastes de Arcol (www.arcol.com). Merece la pena, sobre todo por todo lo que te explican y por el Bronx, que es una zona que no recorrerías tú solo. Nos gustó muchísimo. Son 80 $ por persona y dura unas tres horas, te llevan por Brooklyn Heighs (zona adinerada) y por el barrio judío, por el bronx y la comisaría de policía Fort Apache y por Harlem. De regreso al hotel a coger nuestras maletas, por que nos mudábamos de alojamiento, comimos en el Gramercy Café para despedirnos de los camareros y cogimos un taxi rumbo a Brooklyn. Los tres últimos días habíamos alquilado un apartamento en Brooklyn, por medio de los conocidos de unos conocidos de unos amigos... ya sabéis. Resulta que llegamos y el barrio es una especie de chinatown, pero en Brooklyn, tiendas chinas, panaderías chinas, tenderetes por las calles... para sorpresa nuestra el apartamento estaba súper bien, pero no queríamos entretenernos mucho, así que tiramos las maletas en el suelo y volvimos al metro en dirección Manhattan. Nos bajamos en Rockefeller Center, dimos una vuelta, y nos quedamos un rato viendo a los patinadores, descubrimos, gracias a un enorme cartel, que justo habían inaugurado la pista ese mismo día. Vimos el Atlas, St Patricks, Trump Tower, subimos la 5 Av viendo las tiendas de lujo y los escaparates. Entramos al Disney Factory y al Coca Cola Company, Pero acababan de cerrar Tiffanys, igual que FAO. Paseamos frente a las cristaleras de los restaurantes de lujo y los grandes hoteles, todo eso que solo puedes ver desde fuera. Volvimos a Times Square, que sí está a nuestro alcance, y después de cenar regresamos al chinabrooklyn a dormir.
Jueves 20.
Descubrimos una cafetería china con unos bollos bueníiiiiisimo en la que se desayunaba con café y todo por 1 $. Luego fuimos en metro al centro de Brooklyn, habíamos quedado con unos amigos y pasamos la mañana con ellos viendo el barrio y unas panorámicas alucinantes de Manhattan. Después de comer volvimos al chinatown a comprar los regalos que nos faltaban y a dar la última vueltecita. Se nos hizo tardísimo y ya nos dio un poco de miedo seguir por la zona por que cuando las tiendas estaban cerrando empezó a aparecer por la calle una fauna un tanto peculiar, y como (para variar) estábamos agotados, decidimos irnos al barrio de nuestro apartamento a cenar por allí. Descubrimos un restaurante chino alucinante, debe ser el restaurante de lujo del barrio, por que solo había familias de celebración, y por supuesto nosotros éramos los únicos no-chinos del restaurante. No tenían cubiertos, solo palillos, y no tenían nada de beber, excepto té. Pero la comida fue.... uff, alucinante. Eso sí, nos echamos unas risas para comérnosla... entre los palillos, y una especie de ritual para el pato que nos enseñó el camarero... nos encantó la experiencia. Anécdota del día: cenando, mi marido, que es muy aficionado a aprender palabras en otros idiomas, le preguntó al camarero cómo se decía thank you en chino. Y el camarero, muy amable le dijo “ sie sie” o algo así. Cuando el siguiente camarero nos trae otro plato, Joaquín, todo educado le dice al chico, “sesuá” . Casi me caigo de culo de la risa. Y ni qué decir de los camareros, que se morían de la risa. Creo que le estaba haciendo proposiciones deshonestas...
Viernes 21.
Desayuno chino por 1$. Más anécdotas con el idioma: pasamos a una farmacia china a comprar unas tiritas, que los zapatos me habían hecho ampollas en el talón, como la china no me entiende muy bien, le enseño directamente el talón, y ella sonriente va corriendo a un pasillo donde hay tiritas. Coge una caja y la señala con el dedo hablando muy rápido diciendo algo como “aribori aribori”. Nosotros nos quedamos confusos, mi marido opina que nos está indicando que son para ponérselas en el cuerpo, o sea, “in the body, in the body” y a mi me parece una idiotez, ¿donde me las voy a poner si no? La china insiste señalando la caja con el dedo y repitiendo sus palabritas mágicas, nosotros nos ponemos a discutir delante de ella: que no está diciendo eso, que sí, entonces qué dice… la china se mosquea, y ya con otro tono repite lo del aribori pero obligándome a mirar la caja de tiritas, donde leo en grandes letras rojas “ with antibiothic”. Ah, vale, ya nos ha quedado claro.
Por cierto, las tiritas debían ser mágicas de verdad, se me curaron las ampollas en un rato.
Nos bajamos del metro frente a la Gran Central Station, mientras la recorríamos recordaba la novela Mujer Blanca Soltera Busca, que me encantó y en ella, Allison Jones se escondía allí huyendo de la poli. Por no hablar del recuerdo de los personajes de Madagascar!!! Vimos el Crysler, la Public Library, las Naciones Unidas, en las que por cierto, tras esperar una cola y un control policial de narices, nos negamos a entrar por que nos pareció carísimo para que ni siquiera tuvieran guía en español ( a esa hora). Fuimos en metro hasta el Dakota, para darle una vueltecita y recrearme en mi beatleadicción. Comimos en el Grays papaya los famosos perritos de Solo Los Tontos se Enamoran y tomamos un café en una cafetería para poder sentarnos un rato, que ya nos dolía hasta el alma. Caminamos hasta el museo de Historia Natural. Es cierto que con tantos museos, nos costó mucho decidirnos, yo en principio voté por el Metropolitan, pero también me apetecía lo de los dinosaurios... finalmente, Joaquín ganó y elegimos el de Historia Natural. Y no nos arrepentimos, disfrutamos como niños con las recreaciones de la naturaleza, los meteoritos, los dinosaurios... muy bonito. Y al anochecer, cuando ya caminábamos por inercia y sin control alguno de nuestras piernas, cogimos el metro hasta la 5 Av por las asignaturas pendientes: Tiffanys y FAO. Que por cierto, menudo marcaje nos hizo el segurata de Tiffanys, que no sé qué mala pinta nos vería, con lo normalitos que somos. Luego en Times Square, conscientes de que era nuestra última noche en NY, nos tomamos una copa en The View (el restaurante giratorio del hotel Marriot Marquis) disfrutando de las vista. Cenamos en Fridays y dimos la última vuelta a la plaza.
Sábado 22.
Ultimo desayuno chino. Recogimos maletas y dejamos el apartamento. Dejamos las maletas en casa de nuestros amigos de Brooklyn y volvemos en metro a Manhattan. Buscábamos el Intrepid, pero no sabíamos exactamente donde estaba. Nada más bajarnos del metro nos pusimos a saltar de gozo... el Cheyenne Diner (9 Av con 33 St West)... lo habíamos visto en cientos de series, películas... aunque aún teníamos los bollos chinos a medio camino, nos metimos a tomar un café, y con la emoción y el “ya que estábamos”, nos comimos un desayuno gigante con huevos, bacon, patatas, café... y nos rellenaban el vaso de café cada vez que bebíamos... ¡qué ilusión! Parece un vagón de tren y te sientas junto a la ventana a tomarte tu desayuno, mientras ves que Nueva York sigue su ritmo y la vida sigue deslizándose áspera y en zigzag hacia la eternidad... Tras el arranque de melancolía caminamos en busca del Intrepid y lo encontramos enseguida, pero no entramos por que se nos hacía tarde. Paseamos por el West Side, hicimos unas compras en un supermercado Duane Rider: cockies, ketchup, caramelos... y tras una ultima mirada al cielo, cogimos el metro para ir a Brooklyn a recoger las maletas. Nos llevaron al jfk nuestros amigos, y tras despedirnos facturamos las maletas. Al pasar los controles una chica me pregunta muy nerviosa que si llevo objetos cortantes en el bolso. Le digo que no y ante su insistencia la miro como si estuviera loca y le repito que NO. Me quitaron el bolso y la bolsa de los regalos que iba a punto de reventar y lo registraron TODO, me abrieron paquetes de regalos... yo tenía un mosqueo encima que no veas y no paraba de decirle a la chica que luego no iban a entrar de nuevo las cosas en la bolsa si me las descolocaba. Hasta que de repente ven un pequeño neceser en el que llevaba unas mini tijeras de manicura... me cayó una charla in inglish de cagarse... y yo a cuadros. Sorry, sorry. ¿No había metido el neceser en la maleta facturada? Pues se ve que no. Y efectivamente luego no cabían los regalos en la bolsa, se me rompió la cremallera y fui todo el viaje con la bolsa rota. Pero incidencias a parte, mientras esperábamos para montar en el avión, íbamos como flotando, no podía ser que se hubiera terminado. Fuera, a través de los cristales veíamos la lluvia caer copiosamente, y nos sentimos como si cayera dentro de nosotros. ¿Se podía añorar tanto un sitio, sin tan siquiera haberte ido de él? Nos sentamos en nuestros respectivos asientos y, ya más relajados, cerramos los ojos en silencio, sin ganas de hablar entre nosotros... era cierto, se había acabado. Buenas noches, Nueva York...

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